La competencia de la Fórmula Nacional disputada el último domingo en Rafaela es una clara muestra que el automovilismo argentino tiene asegurado su futuro por muchos años más.
Dentro del automovilismo deportivo lograr un triunfo es la suma de varios factores que confluyen en un mismo punto. Determinan el destino de una clara planificación y estrategia trazada por el equipo. Un equipo que convoca a los ingenieros, al piloto, el encargado del auto sus mecánicos y el director deportivo que suelen coincidir en una misma sintonía para alcanzar lo que comúnmente se denomina “Éxito”.
También esta el factor suerte. Ese punto inmanejable que suele jugar sus cartas y determinar cual será el destino de su señalado. Por momentos juega a tu favor y en otros casos te traiciona y rompe con todo lo planificado, organizado y estratégicamente pensado. Pero es la suerte, caprichosa e impredecible.
Entre todos estos factores de desarrolla una competencia de autos de carrera. No importa la categoría. Puede ser la más profesional o como es el caso de la Fórmula Nacional, puede ser una escuela de futuros talentos que inician su camino dentro de este deporte.
En este punto hay que sumar un factor más que es la inexperiencia de los jóvenes que suelen cometer errores por su carácter que se empieza a templar, su juventud y todo lo que eso conlleva, su carisma o su falta de criterio para enfrentar algunas situaciones extremas.
Así es el automovilismo. De esa manera se vive y se lleva adelante. El último fin de semana la Fórmula Nacional se presentó en el veloz trazado de Rafaela. Un circuito cargado de historia y con proezas tan grandes que trascienden las fronteras de nuestro país.
En ese contexto los chicos de la Fórmula Nacional salieron a escribir su historia. Fueron ellos los encargados de trazar su propio destino en un dibujo que invita a los accidentes y posibles errores que se pueden pagar más caros que en otros escenarios.
Ellos son jóvenes, temperamentales, pero también son personas dispuestas a aprender y así fue. El domingo se despertó con una niebla espesa, densa que obligó a la organización a redireccionar el cronograma oficial. Las condiciones no estaban dadas y se tuvo que esperar para salir a pista.
Apenas el clima lo permitió la Fórmula Nacional abrió el juego y fueron los futuros talentos los que salieron a demostrar toda la capacidad que guardan. Allá fueron ellos con dos promesas muy marcadas largando en la primera fila. Por un lado, Tiago Pernía y por el otro Emiliano Stang.
Dos chicos con mucho futuro y con muchas cosas por aprender y demostrar. La competencia se puso en marcha y en ese preciso momento comenzó una dura batalla entre ellos dos para saber quien se quedaba con la punta de la competencia.
Las maniobras fueron al límite. Siempre llegando al punto de inflexión en donde ni la suerte tiene su lugar y todo puede pasar. Llegaron al punto donde solo resta apostar por el respeto y la coherencia de ambos para dirimir la posición de privilegio. Allí donde el peligro empieza a mostrar sus intenciones.
Durante toda la competencia el jovencito nacido en Estados Unidos fue defendiéndose con todas las herramientas posible. Llevó los distintos momentos hasta el límite de lo permitido entendiendo que no debía sobrepasar una delgada línea que podría costarle caro.
El retador, Emiliano Stang también demostró decisión, coraje y frialdad para ir a buscar lo que el consideraba suyo. Fue una y otra vez. Intentó por todos los medios posibles. Buscó el momento justo y hasta quiso crear una maniobra para lograr el sobre paso. Diseño esas trampas que suelen tender los que buscan la superación queriendo generar el error en su rival. Pero todo se diluyó ante la dura defensa que propuso Pernía.
Parecía que a ellos el mundo no les interesaba. Lo que sucedía a su alrededor no era motivo de atención y todo estaba centrado en el objetivo final, ver primero la bandera a cuadros.
Las vueltas fueron testigos quietos de el excelente trabajo desplegado por estos dos jovencitos. Ellos seguían en su lucha mientras los aficionados contenían la respiración en algún frenaje o en la recta cuando los autos entraban en succión buscando un poquito más de velocidad.
Todo era tensión, adrenalina y un verdadero espectáculo de dos jóvenes que empezaban a consagrarse en Rafaela, ni mas ni menos que en Rafaela.
Cuando el final era inminente y los dos bólidos volaban en el curvón norte rumbo a la recta principal, Stang propuso un último espectáculo. Nunca se rindió. Jamás abandono el deseo de salir victorioso de esta pista. Puso el auto a la par y allá fueron los dos.
Juntos ingresaron a la recta principal y la bandera a cuadros los esperaba para determinar un ganador. Los autos se emparejaron y solo uno podía ser el triunfador. Todos quedaron en silencio, nadie respiraba y el mundo se detuvo por un segundo para observar el desenlace de una historia que quedará en la retina de los aficionados que se frotaban las manos ante tan inmensa definición.
Cuando pasaron por la línea de sentencia la bandera a cuadros cayó sobre los dos autos y el reloj determinó que Pernía había logrado el triunfo por tan solo 11 milésimas. Si 11, nada, ni un suspiro dura ese tiempo. Tal vez un pestañeo. Quizás un breve pensamiento que cruza la mente de aquel que intenta explicar lo sucedido. Tan solo 11 milésimas determinaron el triunfo de un chico que aprobó su materia en Rafaela.
Tan solo 11 milésimas dejaron segundo a Stang que en su interior debe fortalecer la idea de haber logrado subir un escalón mas en su carrera deportiva.
Llegaron a la par, la balanza se inclinó para un lado, pero la sensación de haber asistido a una definición histórica que marcará el destino de la categoría no la puede quitar nadie. Fueron dos grandes pilotos que corrieron como se debe correr en un trazado que exige y mucho. Fueron dos caballeros que se brindaron y respetaron correctamente.
Tan solo 11 milésimas definieron esta competencia. 11 milésimas que invita a seguir soñando con el futuro de la Fórmula Nacional.